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Guitarra encendida

Guitarra encendida

Dos guitarras se saludan, esta noche, en Caras y Caretas. Una es mujer, se llama María Clara Millán. La otra, hombre, y la empuña Javier Peñoñori. Y ambos siguen el chiste, en sentido figurado: ¿hay una guitarra mujer y otra hombre? “Para mí la guitarra es mujer”, asegura el hombre. “Desde chico, alrededor de los 5 años, tocaba y finalizaba abrazado al instrumento, emocionado. Con eso quiero decir que es mi confidente, mi pata… era casi como abrazar a mi madre”, evoca el compositor, guitarrista y escritor nacido en San Pedro, que viene “abrazando a la madre” hace más de 40 años y diez discos. “Otra analogía es que la guitarra tiene forma de mujer: cintura, cadera y, además, reacciona acorde a cómo la traten: dulcemente si puedes acariciarla, y se pone seria en acordes mayores”, argumenta él. ¿Qué dice Millán? Lo contrario, pero hasta ahí. “Para mí las guitarras, o más bien su sonido y modo de expresión, no tienen género. Lo que tienen es una identidad en la que el género también determina algo de su sonido”. Como fuere, ambos entrecruzarán cuerdas hoy 20.30 en Venezuela 330.

Y se encontrarán en un repertorio que junta músicas criollas de las siete regiones culturales del país con algo de música clásica. “Necesitamos reverdecer las memorias en este tiempo; un momento tan caro para las mayorías necesitadas y humilladas que viven de su trabajo, ya sea en el arte, la cultura o en cualquier otro oficio en nuestra Patria Grande. Nuestro repertorio reivindica este arte olvidado por el mercado”, señala el guitarrista, pensando en Yupanqui, en Fleury, los hermanos Díaz, Agustín Barrios y el Cuchi Leguizamón. “Haremos un encuentro íntimo, donde el sonido de la guitarra será protagonista, junto al canto ancestral (con caja) del grupo Agüita Florida”, agrega Millán, integrante del Espiral de Mujeres Guitarristas y del dúo de música renacentista Knacks for Ladies, que armó con la cantante Mariana Bresolín. “La idea de juntarnos surgió en el verano como una necesidad de compartir el gusto por la música argentina y latinoamericana para guitarra”, encuadra la violera. “La guitarra es mucho más que un instrumento. Es sabedora, decidora, capaz de revelar algún secreto que sepamos sacarle desde lo más profundo.”

La saga disquera de Peñoñori comienza en 1985 con Guitarra sola y llega hasta el flamante Desacordes de la bruma, cuyo talante no se restringe al desarrollo estético de un estilo. “Desde hace tres años en la Argentina y en el mundo vivimos inmersos en una realidad doliente con hambres y fábricas de guerra. Yo asemejo esto a una bruma cada vez más espesa. Y lo importante es que podamos lograr que ‘las memorias de la noche que anidan tras las sombras, desplieguen sus alas y reinventemos al mundo’”, detalla el guitarrista que, en eso de reinventar el mundo, incluye milonga, guarania, chamamé, zamba, y chacarera. Y a tal mosaico estético, le agrega el espectro de Abel Fleury, cuya desaparición física estará cumpliendo setenta años este jueves. “Fleury es ´el poeta de la guitarra´. Sus obras describen esencialmente las luces y las sombras de nuestra zona pampeana, sobre todo mediante sus milongas, huellas y estilos. Nos dejó un camino magistral”. “Fleury es la literatura guitarrística de la melancolía pampeana llevada a la academia”, retoma Millán. “Su obra no sólo es bellísima, es la estilización de ese romanticismo tosco que tiene nuestra llanura y su gente”.